El enfado
¿Cómo nos sentimos cuando estamos enfadados?
¿Qué sensaciones físicas nos da nuestro cuerpo?
¿Qué pensamientos rondan nuestra mente?
El enfado es de las emociones negativas más seductoras que se dan en el ser humano porque produce un mayor aporte de energía y proporciona un monólogo interno de convencimiento de nuestras razones, argumentos suficientes de poder descargarlos sobre alguien; a diferencia de la tristeza, que nos deja sin fuerzas, desarmados, pequeñitos, insignificantes.
El enfado siempre es preferible a la tristeza.
Todos tenemos derecho a enfadarnos, tengamos o no razón. Lo importante es cómo gestionar ese enfado, esa rabia, ese nudo en la boca del estómago que, en principio, no tienes forma de suavizarlo y, mucho menos, hacerlo desaparecer.
Cuando nos enfadamos sentimos rabia, frustración, dolor, opresión en el estómago. Nos volvemos irascibles, con muy poca cuerda, encontramos doble sentido ( y por supuesto, nunca bueno) a aquello que nos pueda decir cualquiera con su mejor intención, nos produce una excitacion generalizada que puede durar minutos, horas o días. El enfado tiende a desaparecer lentamente.
Esa rabia se convierte en “tener ganas de morderle la yugular a alguien “, en tener ganas de gritarle a esa persona y decirle mil y una barbaridades, increparle, denigrarlo, en “perder el control”.
Esta parte ya no es buena para la persona con la que estás enfadada, pero no os equivoquéis, mucho menos para uno mismo.
Uno debe tener el control de esa situación.
Así, que una buena forma de gestionar esa ira, rabia o como lo queráis llamar es, primero, no dejar que tu mente escale en pensamientos cada vez más feos e intrusivos sobre ese enfado y, segundo, tratar de aplicar “el enfriamiento”, que pase el tiempo, que seas capaz de ponerte en el lugar del otro, de empatizar, de pensar porqué lo habrá hecho o dicho. Dicho con mis palabras, QUE SE TE PASE LA NECESIDAD IMPERIOSA DE “MORDERLE LA YUGULAR”. Que notes que la boca de tu estómago se relaja, que pase el tiempo suficientemente para poder hablar con esa persona tranquilamente y con argumentos razonables.
En ese momento, debes ser capaz de tener una gran tranquilidad, armonía, saber qué vas a exponer, cómo y en el momento preciso. Es bueno, en un momento dado, hacer un borrador sobre los puntos que quieres tocar para no olvidar nada. Tu cara tiene que trasladar paz y seguridad. Tu tono de voz tiene que ser suave, tranquilo, a la vas que, convincente, sin lugar a dudas.
Mi última finalidad es quedar como “una señora”. Y, por último, recordaos, que NUNCA ES TARDE PARA CONTESTAR, puede pasar un minuto, una hora o varios días, pero nunca os quedéis con las ganas de tuve que haberle contestado esto o lo otro. Siempre hay tiempo, nunca es tarde.
Eso sí, con estilo y maestría, como una “señora”.
Por último, os dedico un vídeo subtitulado de Oasis.